La anemia afecta aproximadamente a un tercio de las personas. La deficiencia de hierro (Fe) es la causa más común. El hierro es esencial para el transporte de oxígeno a través de la hemoglobina (Hb), pero también lo es para el metabolismo energético, incluida la cadena de transporte de electrones mitocondrial. El déficit sin anemia puede ocasionar síntomas no específicos (ej: fatiga, pérdida de concentración, debilidad) y signos (ej: pérdida de pelo, alteraciones en mucosas y uñas). Siempre es importante identificar la causa.
El tratamiento con hierro oral y/o aporte dietético es normalmente sencillo, aunque solo se absorbe una pequeña fracción del hierro elemental ingerido. Existe la posibilidad entonces de administrar el hierro por vía parenteral. Puede servir como rescate de pacientes que no toleran o absorben bien el hierro o quienes pierden sangre de forma rápida. Algunos ejemplos de esto son la menstruación intensa, enfermedad celíaca, bypass gástrico, enfermedad inflamatoria intestina y hemorragia gastrointestinal. Cuando es urgente reponer el hierro, la administración ahorra tiempo y dinero, evita transfusiones sanguíneas.
La indicación principal es el déficit severo de hierro por mala absorción o intolerancia al hierro oral. Ante la pérdida de sangre continua o cirugía de urgencia, el hierro corrige la anemia más rápidamente que el hierro oral. Los individuos adecuadamente nutridos tienen unos 4-5 gramos de hierro elemental, la mitad circulante dentro de los eritrocitos. El resto se almacena en médula ósea, hígado y bazo. Los adultos con una deficiencia grave de hierro requieren hasta 1g de hierro elemental para rellenar los depósitos corporales.
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